jueves, 2 de marzo de 2017

La torre de Montaigne


La torre de Montaigne
La torre de Montaigne
Michel de Montaigne fue un humanista y escritor francés del siglo XVI (1533-1592), conocido hoy por sus Ensayos, una obra maestra de la literatura universal que, si somos francos, es muy poco leída en la actualidad.

Los ensayos cubren los temas más variados, desde los hábitos de los caníbales americanos a la educación de los niños, pasando por discusiones de las obras de autores antiguos, de los malos olores o los pulgares. En realidad, como el mismo Montaigne advierte al principio, el único tema que da unidad a la colección es su persona, pues la obra constituye, ante todo, una exploración introspectiva. Montaigne decía que, antes que ser experto en Cicerón, prefería ser experto

Al lector contemporáneo puede resultarle tedioso, entre otras cosas, el despliegue de erudición clásica con que Montaigne satura muchas de páginas, repletas de citas griegas y latinas en el idioma original. Pero debe comprenderse que la relación de Montaigne y los humanistas del siglo XVI con los idiomas antiguos era muy diferente de la nuestra. De hecho, el caso de Montaigne era especial porque, debido a las originales ideas educativas de su padre, el latín era su primera lengua, y el griego la segunda.

Otra vista de la torre de Montaigne
Sí, el latín era la verdadera lengua materna de Montaigne. Su abuelo había amasado una enorme fortuna en el comercio y comprado grandes extensiones de tierra y un castillo para ennoblecerse. Su padre, siguió una carrera militar y trató de dar a su hijo la mejor educación disponible. Él mismo no había gozado de ella y quería que Michel no tuviera esa desventaja.

Para cumplir su plan, Montaigne padre contrató un tutor alemán que no conocía ni una palabra de francés. Éste debía hablar al niño sólo en latín. Se prohibió a los sirvientes y a los miembros de la familia dirigirse al pequeño en francés. A los seis años, Michel hablaba el latín a la perfección, y empezó entonces a estudiar griego como segunda lengua. Sólo unos años más tarde, comenzó a aprender francés. Es decir que Montaigne, probablemente, pensaba en latín.

Tras una carrera como abogado, en 1570, Montaigne se retiró a sus dominios para dedicarse exclusivamente a cultivar sus propios pensamientos. Tenía allí una torre equipada con una extensa biblioteca –llena, por supuesto, de los clásicos- que era su refugio y su lugar de trabajo.

La torre todavía se conserva. La biblioteca se dispersó poco después de la muerte de Montaigne, pero su obsesión por los clásicos sigue presente. Todavía pueden leerse, en las vigas del techo, las máximas en latín y griego que hizo grabar en ellas, para leerlas y reflexionar mientras caminaba por la habitación.

Se trata de máximas extraídas de autores antiguos y de la Biblia (muchas procedentes de los Adagia de Erasmo), que son un testimonio del interés de Montaigne por la filosofía y de su adhesión al escepticismo. Aquí algunos ejemplos:
 
Citas latinas en el techo de la torre de Montaigne
Citas latinas en el techo de la torre de Montaigne

ΑΥΤΑΡΚΕΙΑ ΠΡΟΣ ΠΑΣΙΝ ΗΔΟΝΗ ΔΙΚΑΙΑ
La autarquía es el único placer justo

HOMO SVM HVMANI A ME NIHIL ALIENVM PVTO
Soy un hombre y nada de lo humano me es ajeno,


SERVARE MODVM FINEMQVE TENERA NATVRMQVE SEQVI
Conservar la justa medida, perseverar hacia un fin y seguir a la naturaleza

ΤΑΡΑΣΣΕΙ ΤΟΥΣ ΑΝΘΡΩΠΟΥΣ ΟΥ ΤΑ ΠΡΑΓΜΑΤΑ ΑΛΛΑ ΤΑ ΠΕΡΙ ΤΩΝ ΠΡΑΓΜΑΤΩΝ ΔΟΓΜΑΤΑ
Lo que preocupa a los hombres no son las cosas sino lo que ellos piensan sobre éstas

Para nosotros, estas frases traen el eco de una sabiduría antigua y remota. Para Montaigne, tenían la cercanía íntima de sus lenguas maternas.