viernes, 23 de julio de 2010

¿Qué es la Antigüedad tardía?



Busto de un emperador de la Antigüedad Tardía
El período comprendido entre el 200 y el 600 d.C. es comúnmente denominado en la historiografía como Antigüedad Tardía, nombre con el que se pretende salvar el duro problema de clasificación que para la ciencia histórica representan esos siglos ubicados entre la Antigüedad clásica y la Edad Media, pero sin corresponder, sin embargo, exactamente a las características de ninguno de ellos. Es quizá por eso que han intrigado y atraído tanto a los historiadores. Las radicalmente diversas interpretaciones, clasificaciones, y valoraciones que ellos realizaron respecto de las problemáticas de estos 500 años, son una prueba más, si es que ésta es necesaria, de la irreductible complejidad de los procesos sociales que esos siglos albergaron, como así también de su riqueza y originalidad.
Con el renacimiento y su revalorización de la Antigüedad Clásica, se echaron las bases de una tradición historiográfica que conocería gran éxito y continuidad en los siglos posteriores, marcando las formas en que la Antigüedad tardía sería interpretada a partir de entonces. Para los humanistas del quattrocento, admiradores devotos de la República Romana, nada posterior al “Siglo de Augusto” o, en todo caso, al principado de los Antoninos merecía ser rescatado. El período que comenzaba con el siglo III era visto como el inicio de una acentuada decadencia que se generalizaba a todos los aspectos de la vida y la cultura, culminando en el derrumbe -por intermedio de los pueblos bárbaros- de un imperio ya largamente corrompido.
La Ilustración retomaría y potenciaría esta línea garantizando su continuidad en las obras de numerosos historiadores del siglo XVIII y XIX. Sería Montesquieu con su clásico opúsculo, Consideraciones acerca de las causas de la grandeza de los romanos y de su decadencia, quien otorgaría especial energía, atractivo y difusión a la tesis de la decadencia, que sería fervorosamente apoyada por un neoclasicismo en auge. Pero sería Edward Gibbon quien, retomando la premisa de Montesquieu, llevaría esta corriente a su máximo desarrollo. Con su monumental obra Decadencia y caída del Imperio Romano -trabajo gigantesco en volumen, erudición y argumentación- se consagraría la visión, no desprovista de cierto estilismo romántico, de una civilización avanzando hacia su inevitable ocaso por un camino de progresivo declive y corrupción. Para Gibbon la señal ineludible de la decadencia era el avance de la religión cristiana, que en su espíritu racionalista e ilustrado era el sinónimo de la barbarie.
Mosaico tardoantiguo

Desde mediados del siglo XX, han sido numerosas las voces que se han alzado contra esta interpretación excesivamente unilateral, incapaz de entender la originalidad y creatividad que marcan los cambios y transformaciones de este período. El estudio del arte tardorromano, de la escultura, la pintura y la literatura; el estudio de los orígenes, la consolidación y la organización eclesiástica del cristianismo, el de la profundidad y éxito de las reformas del imperio por Diocleciano y Constantino, entre muchos otros campos de investigación, marcaron el camino a la revalorización de la Antigüedad Tardía, a una reconsideración de su importancia, originalidad, y, sobretodo, de su complejidad, incapaz de ser reducida a la burda simplificación de la decadencia o las edades oscuras.
De la numerosa lista de historiadores que han participado de esta renovación historiográfica, todavía parcial, me limito a señalar al destacado investigador francés H. I. Marrou, que como especialista en la Antigüedad Tardía y también en el agustinismo, dedicó grandes esfuerzos a combatir la parcial y errónea imagen de decadencia impuesta al mundo tardorromano. En sus propias palabras:
...la Antigüedad tardía no es solamente la última fase de un desarrollo continuo, sino otra Antigüedad, otra civilización, que hay que aprender a reconocer en su originalidad y a juzgar por sí misma y no a través de los cánones de anteriores edades

Para saber más sobre Antigüedad tardía visita mi blog Mundo Tardoantiguo

viernes, 16 de julio de 2010

¿Qué es el humanismo? y ¿Por qué escribo este blog?


El humanismo

Los escritores romanos utilizaban el término humanitas para referirse al efecto civilizador de la literatura y las artes liberales. Inspirados por ese concepto, los humanistas del siglo XIV acuñaron una expresión desconocida en la Antigüedad, litterae humanae o litterae humaniores, refiriéndose con el comparativo a la diferencia entre la nueva literatura que ellos proponían en base al modelo clásico y la existente en su tiempo. Se trataba, sobre todo, de un rechazo de la tradición escolástica de las universidades medievales y de la poco estilizada “jerga” latina que la caracterizaba. Los studia humanitatis serían el camino hacia esa nueva literatura, más bella y elegante, y, también, hacia una nueva concepción del mundo. Bajo ese título se comprendía el estudio de las disciplinas clásicas heredadas de la Antigüedad, la gramática, la retórica, la poesía, la historia y la filosofía.

Es necesario destacar que durante el renacimiento no se utilizó el concepto “humanismo”, el término fue inventado retrospectivamente por algunos historiadores alemanes del siglo XIX para designar la corriente cultural iniciada por los humanistas. En el período se hablaba sólo de los studia humanitatis y se llamaba humanistas a quienes los practicaban.

El programa cultural de los humanistas se expandió paulatinamente y llegó así a pretender la emulación de la totalidad de la cultura antigua, considerada como manifestación máxima de la civilización humana. Esta aspiración imitativa comenzó, entonces, a trascender la literatura y extenderse a las artes plásticas, la política, la filosofía y muchos otros ámbitos. Los humanistas trataron de crear ciudadanos virtuosos, como los que ellos admiraban de Atenas y Roma, que serían capaces de hablar y escribir con elocuencia y claridad, de participar en la vida cívica de sus comunidades y de persuadir a otros a realizar virtuosas y prudentes acciones. Con sus esfuerzos contribuyeron a una profunda transformación cultural, aportando muchos elementos que serían centrales para el desarrollo de lo que conocemos como modernidad.

¿Por qué escribo este blog?

A pesar de la distancia que nos separa del renacimiento italiano, creo que los ideales de los humanistas tienen todavía hoy mucho que aportarnos. La idea de que nuestra vida puede enriquecerse por el conocimiento de las grandes tradiciones de pensamiento del pasado parece casi ausente en un mundo que rinde sólo culto a lo nuevo. Recuperarla es uno de los objetivos que me impulsan a escribir este blog.

miércoles, 7 de julio de 2010

Deus ex machina

deus ex machina
Deus ex machina 

Un dios desde una grúa

Era frecuente que en las tragedias griegas el relato culminara con la aparición repentina de un dios. Así, por ejemplo, en la Medea de Eurípides, la protagonista logra escapar al castigo por haber asesinado a sus hijos gracias a su abuelo, el dios del sol Helios, que baja del cielo y la lleva en su carruaje. Para introducir en escena al actor que representaba a la divinidad se utilizaba una grúa, de forma tal que pareciera descender desde las alturas celestiales (véase la ilustración que acompaña esta entrada). La intervención divina era una buena manera de resolver una trama que se había vuelto demasiado compleja. Los griegos denominaban a este recurso π μηχανς θεός, es decir, “dios desde una grúa”.

Medea a punto de matar a sus hijos

Aristóteles, en su Poética, critica el uso de semejantes mecanismos narrativos. La resolución del relato debe, en su opinión, provenir del mismo desarrollo de trama, de la naturaleza de los acontecimientos presentados o del carácter de los personajes y no de la introducción de un elemento externo y artificial. Horacio presenta un argumento similar en su Arte poética traduciendo la frase griega al latín como Deus ex machina y dándole la forma clásica con que se usa hoy día.

En la crítica literaria se habla de un “deus ex machina” cuando se resuelve una trama de forma inesperada con un elemento externo al desarrollo de la misma. A pesar de las opiniones contrarias de Aristóteles, Horacio y muchos otros, ha sido un recurso muy utilizado en obras literarias de todo tipo y también en el teatro y el cine. En el ámbito televisivo, puede mencionarse a la serie Lost, que ha hecho del deus ex machina un elemento central en todas sus temporadas, sino pensemos solamente en la misteriosa figura de Jacob o en las reiteradas intervenciones del “humo negro”.