miércoles, 19 de mayo de 2010

faber est suae quisque fortunae – Cada uno es artífice de su propio destino

Las Moiras

Apio Claudio “el ciego” (340 – 273 a.C.) es una de las primeras figuras políticas de la república romana cuya vida escapa al ámbito de la leyenda y puede ser verificada por una relativa diversidad de fuentes confiables. Claudio es, más allá de lo político, también relevante por ser el primer romano del que tengamos noticia que compuso obras literarias en latín, y ello mucho antes de que Livio Andrónico escribiera los primeros dramas que se consideran habitualmente como el inicio de la literatura romana. Claudio redactó una colección de aforismos en verso titulada “sentencias”, en la que se encontraba incluida la frase que encabeza esta entrada: faber est suae quisque fortunae – Cada uno es artífice de su propio destino.

Se trata de una de mis citas favoritas. La idea de que controlamos nuestro destino es atractiva. Nos hace pensar que el esfuerzo será recompensado y la maldad, castigada. Representa, sin embargo, una concepción minoritaria dentro del pensamiento antiguo, en el que predomina la tendencia hacia el fatalismo. Ya en la mitología griega esa idea se encuentra personificada en la figura de la diosa Ananke (Necesidad), cuyas tres hijas, las Moiras (para los romanos, Parcas), hilan los destinos de los hombres con dictámenes irrefutables. Los mismos mitos se encuentran llenos de ejemplos del fútil esfuerzo humano por escapar a un destino que siempre se realiza. Los romanos sintetizan esa fuerza universal en el término fatum y colocan su poder por encima del de los mismos dioses.

La oposición entre libre albedrío y fatalismo es uno de los problemas filosóficos y teológicos más fascinantes y debatidos. Las mejores mentes de la humanidad han aportado a lo largo de la historia argumentos brillantes, pero contradictorios. Personalmente, no puedo decidirme por una de estas opciones.

Hoy citas latinas cumple dos años. No sé si adjudicarlo a un mérito personal o si simplemente es el producto de una necesidad que me trasciende. Espero este año poder ocuparme con detenimiento de este problema en algunas entradas, siempre y cuando, por supuesto, las Moiras lo permitan.


martes, 4 de mayo de 2010

Heródoto – El padre de la historia (La historiografía 3° parte)



Continuidad y ruptura

Como hemos visto en la entrada anterior de esta serie, Heródoto no creó la historiografía de la nada. Su obra (las historias) fue original y marcó un hito pero, sobre todo, porque combinó muchos desarrollos dispersos del pensamiento griego en un conjunto significativo. La palabra griega historia significaba en la época de Heródoto “investigación”, un proceso de búsqueda para determinar la verdad. Fue el éxito de su obra el que le otorgó el significado que todavía hoy tiene en castellano.

Es importante destacar que las historias no representaban una ruptura total con las formas míticas y épicas de describir el pasado, sino un desarrollo de las mismas. Heródoto heredó de Homero y de los mitos un marco general que influyó profundamente en la composición de sus obras históricas. Tanto la forma narrativa como la preeminencia temática de la guerra y la política son evidentes herencias épicas. El uso de la prosa en lugar del verso marcaba un quiebre respecto de esa tradición, pero la necesidad de utilizar un lenguaje estilizado y una presentación con elementos de intriga en la narración señalaban una continuidad con las formas literarias previas a la historiografía.

La obra de Heródoto también es continuación directa del tipo de investigaciones iniciadas por los logógrafos. El tema central de sus historias son las guerras entre griegos y bárbaros, cuyo episodio más importante son las Guerras Médicas, pero Heródoto las trata propiamente sólo al final de su obra. La estructura de su relato es compleja y variada, incluyendo cuantioso material geográfico y etnográfico pertinente a la idea de “descripción del mundo” heredada de los logógrafos. La concepción general de la obra es sencilla, Heródoto sigue la historia del imperio persa soberano por soberano desde sus orígenes hasta la gran derrota que les infligieron los griegos en las guerras médicas, pero se aparta reiteradamente de este curso lineal para introducir amplias descripciones de otras regiones y pueblos (incluyendo topografía, clima, costumbres, historia pasada, etc.) a medida que van desempeñando un papel en su relato, es decir, en cuanto entran en contacto con los persas en su expansión. Heródoto también presta mucha atención a todo lo que pueda considerarse extraordinario y trata de preservarlo para la memoria al incluirlo en su relato. En este aspecto, Heródoto es una vez más heredero del epos. También se incluye dentro de lo extraordinario todo aquello que para el punto de vista de un griego parece sorprendente, especialmente en lo que se refiere a las costumbres de los pueblos que Heródoto encuentra en sus viajes. Su posición frente a las numerosas diferencias que encuentra siempre está marcada por la tolerancia y por un cierto relativismo cultural que es central para el desarrollo de su espíritu crítico.

A pesar de estas indudables herencias de la tradición anterior, las historias de Heródoto marcan un hito fundamental en el desarrollo de la historiografía porque es en ellas que por primera vez pueden reconocerse algunos aspectos fundacionales del análisis histórico que caracterizan todavía hoy la forma de trabajo en esta disciplina. En primer lugar, Heródoto parte de un interrogante, su investigación quiere dar respuesta a una pregunta, ¿cuáles fueron las causas de la guerra entre griegos y bárbaros? La pregunta por las causas, el intento de ofrecer una explicación racional, eso es lo que distingue a Heródoto de sus predecesores. No se trata, sin embargo, de un cambio radical ni de una ruptura completa con el pasado, los elementos míticos y las tradiciones orales siguen desempeñando un papel en las explicaciones que Heródoto ofrece, si bien ya se inicia claramente un proceso de distanciamiento de los mismos. Ello es claramente visible en sus esfuerzos por ofrecer versiones racionalizadas de los mitos y leyendas que incluye en sus explicaciones.

La composición de las historias y las fuentes de su relato

Un punto muy debatido por los especialistas es cómo llegó Heródoto a componer su extensa obra. La gran mayoría coincide en que las historias no parecen haber sido el resultado de un plan completo desde el mismo momento en que su autor comenzó a escribir. La existencia dentro de la obra de una serie de relatos independiente indica que Heródoto comenzó componiendo piezas parciales y sólo después concibió el plan más ambicioso de integrarlas en un todo más extenso.

Heródoto elige, a diferencia de Tucídides, como veremos, un estilo simple y llano para presentar su material. Un recurso central de su estilo es la pataraxia, es decir la simple yuxtaposición de oraciones sin relaciones complejas de subordinación o elaboración retórica. Debe, sin embargo, quedar claro que se trata de una simplicidad artificial, detrás de la cual hay un gran esfuerzo destinado a que el texto parezca sencillo y espontáneo.

Para escribir su historia, Heródoto sólo podía obtener pocas informaciones de los autores anteriores a él. Su investigación recaía por tanto en las informaciones proporcionadas, directa o indirectamente, por testigos oculares o en la inspección personal de monumentos, regiones, tradiciones, etc. Su tema lo obligaba a remontarse a acontecimientos ocurridos hacía más de cien años y en una región muy extensa del Mediterráneo oriental que abarca actualmente más de una decena de países. Que Heródoto pudiera integrar todos esos relatos parciales en un conjunto coherente y unificado es uno de sus logros más sorprendentes. Un proceso de síntesis sumamente complejo semejante a la forma en que todavía hoy los historiadores trabajan.

Pero Heródoto no se limitó sólo a recopilar información de distintas fuentes, también procuró analizarlas comparativamente para determinar qué versiones merecían mayor confianza en caso de disparidades y contradicciones. En caso de encontrar informaciones confusas, intentaba conseguir otras versiones para tener más fundamentos a la hora de determinar lo acontecido.