jueves, 17 de julio de 2008

Homo omnium rerum mensura est


El hombre es la medida de todas las cosas



Protágoras de Abdera (490-420a.C.) es para nosotros una figura borrosa. Todos los testimonios de los que disponemos sobre su persona son indirectos y nuestro principal informante, Platón, era extremadamente crítico de su pensamiento. Protágoras es considerado como uno de los fundadores del movimiento sofístico en la Grecia Clásica. Los sofistas eran una especie de maestros ambulantes que recorrían las ciudades en busca de discípulos, a los que prometían enseñar la excelencia (areté) y las técnicas necesarias para tener éxito en la polis, principalmente la retórica. La imagen de los sofistas ha quedado hondamente marcada por la caracterización negativa hecha de los mismos en los diálogos platónicos, donde se los presenta como relativistas impugnadores de todos los valores morales y preparados a utilizar su destreza argumentativa para lograr el triunfo de posturas injustas.

Protágoras fue uno de los sofistas más exitosos. Logró reunir gran cantidad de discípulos, lo que le permitió, según la tradición, obtener grandes riquezas. Dos fragmentos de sus obras conservados por autores posteriores han atraído gran interés y son citados con frecuencia. Del primero de ellos hemos presentado aquí su forma latina. El texto griego completo afirma: El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en su ser, y de las que no son en su no-ser.

El sentido es disputado por los eruditos modernos, pero la opinión más aceptada es que Protágoras aboga aquí por un relativismo subjetivista absoluto. Es decir, toda verdad es relativa a la persona que la formula o cree en ella.

Platón señala por boca de Sócrates en su diálogo Teeteto que Protágoras se contradice a sí mismo, pues si todo es relativo, entonces la afirmación misma de que el hombre es la medida de todas las cosas también lo es y no puede, por tanto, ser verdadera. Se trataría, de acuerdo con esta opinión, de una contradicción del tipo de la que se produce cuando uno afirma que la verdad no existe, pues, si la verdad no existe, tampoco puede esta afirmación ser verdadera. Pero si esta afirmación no es verdadera, eso quiere decir que la verdad existe.



El argumento es, de hecho, presentado en una forma más sutil. Si el hombre es la medida de todas las cosas, es verdadero lo que una persona crea verdadero y viceversa. Pues bien, si una persona cree, como Sócrates, que tal afirmación es falsa, sería en verdad falsa y debería ser rechazada.

Pero el triunfo de los opositores es tan sólo aparente y la defensa de Protágoras muy sencilla. Si alguien cree que su afirmación es falsa, entonces ésta es de hecho falsa, pero para esa persona, mientras que para Protágoras sigue siendo verdadera. Éste es el punto central e inderogable de su relativismo. Uno podría objetar todavía que Protágoras no presenta su afirmación como si fuera verdad sólo para él, sino como una regla general. Pero, de hecho, desconocemos el contexto de la máxima de Protágoras. El que la misma ni siquiera pueda ser afirmada con certeza refuerza, en mi opinión, el argumento a favor del relativismo. Tal es la miseria de la condición humana. ¿O tiene el lector un argumento mejor?

El segundo fragmento muy citado que se conserva de la obra de Protágoras afirma:

“de los dioses no puedo saber si existen, ni qué forma tienen. En efecto, son muchas las dificultades que obstaculizan tal conocimiento, como la imposibilidad de recurrir a la experiencia sensible, y la brevedad de la vida"

1 comentario:

jorge cordoba dijo...

muy interesante el blog sobre citas latinas y sobre historia antigua